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»Supongamos que un hombre se divorcia de su mujer, y que ella lo deja para casarse con otro. ¿Volvería el primero a casarse con ella? ¡Claro que no! Semejante acción contaminaría por completo la tierra. Pues bien, tú te has prostituido con muchos amantes, y ya no podrás volver a mí —afirma el Señor—.

»Fíjate bien en esas lomas estériles:
    ¡Dónde no se han acostado contigo!
Como un beduino en el desierto,
    te sentabas junto al camino,
    a la espera de tus amantes.
Has contaminado la tierra
    con tus infames prostituciones.
Por eso se demoraron las lluvias,
    y no llegaron los aguaceros de primavera.
Tienes el descaro de una prostituta;
    ¡no conoces la vergüenza!

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